Dvořák nació en 1841 en Bohemia, la campiña rural del norte de Praga, donde su padre era carnicero. Desafiando su origen humilde, llegó a convertirse en uno de los principales compositores nacionalistas de su época. Perfeccionó sus dotes de compositor mientras tocaba la viola en la Orquesta del Teatro Nacional de Praga y, a mediados de la década de 1870, apareció con sus primeras obras maestras: la Serenata para cuerdas, op. 22 y la Sinfonía no. 5 en fa mayor, op. 76, ambas de 1875. Sin embargo, fue su primer conjunto de ocho Danzas eslavas, op. 46 (1878) lo que lo catapultó a celebridad internacional. Al igual que Tchaikovsky, fusionó el encanto melódico del folclore con la vitalidad rítmica de la danza, sobre todo en su Sinfonía del Nuevo Mundo, escrita en 1893 durante una estancia en Estados Unidos. Esta visita también inspiró su Cuarteto americano (1893) y el Concierto para violonchelo en si menor, op. 104 (1894). De regreso a su patria checa en 1895, Dvořák dedicó sus últimos años a escribir una serie de obras maestras tardías, entre ellas la ópera Rusalka (1900), de exquisita sutileza melódica e intensidad expresiva. Murió en 1904 a los 62 años.