Bizet se situó fuera de la corriente romántica francesa, cultivando un estilo musical único basado en precisión melódica, colores orquestales y un gran ojo para los detalles. A lo largo de toda su vida buscó siempre la pureza creativa, por lo que abandonó muchos proyectos. No obstante, lo que ha sobrevivido hasta la actualidad lo señala como uno de los compositores franceses más dotados. Bizet, hijo de una familia dedicada a la música, nació en París en 1838 y fue admitido en el Conservatorio de París a los nueve años. Su genio precoz se manifestó por primera vez con la Sinfonía en do mayor, escrita en 1855, cuyo neoclasicismo luminoso y ligero permaneció oculto en los archivos del conservatorio hasta que fue redescubierta en 1933. Ya entonces se podía percibir el oído agudo de Bizet para las ideas temáticas indelebles y la concisión expresiva, que alcanzó su cima en la ingeniosa Jeux d'enfants de 1871. Su verdadero oficio resultó ser la música para el escenario, aunque al principio tuvo problemas para canalizar su talento creativo en escenas dramáticas convincentes, como demuestran las óperas Los pescadores de perlas de 1863 y La bella muchacha de Perth de 1867. Al inicio de la década de 1870, finalmente desarrolló todo su potencial con dos obras maestras indiscutibles: la música incidental para la obra de Alphonse Daudet L'Arlésienne de 1872 y la ópera terrenal española Carmen de 1875. Justo cuando alcanzaba su verdadera grandeza, Bizet murió de un ataque al corazón en 1875, con apenas 36 años.