Impredecible y temperamental tanto cuando ensayaba como en sus conciertos, Klemperer fue también un idealista de notable enfoque e intensidad. Nació en Breslavia (entonces parte del Imperio alemán, hoy Wrocław en Polonia) y estudió música en Berlín antes de darse a conocer cuando asistió a Gustav Mahler en el estreno triunfal de su monumental Sinfonía no. 8. Su ascenso a la fama continuó cuando fue nombrado director de la Ópera Kroll en Berlín, donde promovió la presentación de obras nuevas de compositores como Hindemith, Janáček, Schoenberg y Stravinsky. Cuando el nazismo subió al poder en 1933, Klemperer escapó a Austria y de ahí a Estados Unidos, donde se concentró en el repertorio germano tradicional, en parte como un desafío a Hitler. De carácter difícil en su trato profesional, tuvo disputas con las autoridades estadounidenses y después en Budapest. Asociándose con Walter Legge, el productor inglés y fundador de la Orquesta Philharmonia, forjó una reputación intachable en la interpretación de clásicos alemanes, especialmente de Beethoven. En 1954, Karajan voló a Londres sólo para ver a Klemperer conducir la Heroica de Beethoven. En la última parte de su carrera, Klemperer se hizo famoso por los tempos lentos y deliberados que elegía al dirigir, pero sus grabaciones tempranas demuestran que también podía atacar una partitura con celeridad. De cualquier manera, su refinada articulación rítmica logró que sus interpretaciones gozaran de un impulso cautivante, además de una profunda expresividad.