Innervisions

Innervisions

En 1972, tras su gran obra post Motown, el magistral Music of My Mind, Stevie Wonder se encontraba en estado de gracia. La gira de verano como telonero de los Rolling Stones acercó su híbrido de soul y funk a las grandes masas del rock y, antes del final del año, Talking Book confirmó los mejores augurios. En abril de 1973, Rolling Stone se refirió a la antigua estrella adolescente como “el antes llamado Little Stevie Wonder” y el artista, que todavía no había cumplido 23 años, anunciaba su intención de “hacer tantas cosas raras” como fuera posible, una promesa que cumpliría ese mismo año con Innervisions. El álbum contenía su mayor declaración política hasta entonces, con ataques a la epidemia de las drogas, el racismo estructural, el falso carisma de los charlatanes y el cristianismo superficial, todo a ritmo de funk febril y vanguardista. Wonder produjo y tocó prácticamente todos los instrumentos con ayuda de Malcolm Cecil y Robert Margouleff, dos colaboradores de espíritu experimental. Con cumbres musicales que se encuentran entre las más altas de su carrera, el tono de este trabajo es más acusador que nunca. “Living for the City” es una tórrida opereta soul de siete minutos que describe el implacable peaje que la clase trabajadora negra pagó en las ciudades estadounidenses en los años posteriores al Black Power. Con el alma periodística de What’s Going On y la atmósfera de las esquinas callejeras y las comisarías urbanas, la canción es uno de los ataques al sistema judicial de Estados Unidos más afilados y hermosos que jamás se hayan grabado. “He’s Misstra Know-It-All”, el tema que cierra el álbum a fuego lento, identifica con elegancia a los personajes que amenazan la existencia de una comunidad marginada, entre ellos (o así se interpretó en su momento) el mismísimo Richard Nixon, un presidente a punto de dimitir que llegó al cargo con promesas de ley y orden. La salvación asoma en “Higher Ground”, una imparable secuela de la odisea funk “Superstition” de Talking Book que refleja la creencia de Wonder en la reencarnación sobre su clásico clavinet pasado por un pedal wah-wah y bajo Moog. Más allá, “Don’t You Worry ’Bout a Thing” funde sonidos latinos con la mordiente lírica de Dylan para denunciar el arribismo social. El romanticismo desbordado de “Golden Lady” desemboca en una alegría extática a la que ninguno de sus contemporáneos podía acercarse. Innervisions tiene tanto de despedida a los últimos restos del optimismo hippie de los 60 como de mapa de posibles futuros espirituales y cimentó la figura de su autor como el talento más singular de la música popular estadounidense de los 70.

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