Aparcado ya el rollo siniestro que caracterizaba sus primeras composiciones y los conectaba con bandas oscuras como Joy Division, en este álbum –un clásico de La Movida–, los Gabinete Caligari apuestan por continuar con el espíritu castizo de sus dos trabajos anteriores y acaban, sin pretenderlo, componiendo la canción del verano del 86. Este álbum está plagado de chulapeo y fanfarronería: un cuadro de costumbres del Madrid cañí de la época, iluminado por ese brillo intelectual que siempre desprende cualquier tema firmado por el fabuloso trío.