Emil Gilels es uno de los pianistas más reconocidos del siglo XX gracias a una combinación muy personal de vigoroso virtuosismo, pulcra sonoridad y honestidad musical. Nacido en 1916 en Odesa, ya dejó entrever un talento fuera de lo común en sus primeras actuaciones. En 1933 se hizo con el primer premio en un importante certamen moscovita con su interpretación de la fantasía del Fígaro de Liszt (1842), pieza que grabaría en 1935 y en la cual se aprecian a la perfección tanto su exuberancia juvenil como su minuciosa técnica. Tras graduarse en el Conservatorio de Odesa ese mismo año, estudió junto a Heinrich Neuhaus en Moscú, donde interpretó por primera vez la Sonata para piano n.° 8 de Prokófiev en 1944. Gilels era una persona tímida, modesta y autoexigente, cuya reputación no hizo sino crecer con el tiempo. De hecho, fue uno de los primeros artistas soviéticos a los que se les permitió tocar en Occidente. Su primera gira estadounidense en 1955 tuvo una acogida espectacular. La carrera de este singular músico traza un emocionante viaje desde el exultante virtuosismo de sus inicios hasta el pianismo sutil e introspectivo de su madurez. Su grabación de 1949 del Concierto para piano n.° 2 de Saint-Saëns (1868) es una de las más brillantes que se han registrado y su ciclo de sonatas para piano de Beethoven, lamentablemente truncado por su fallecimiento en 1985, transmite una profunda humanidad. Aunque donde su arte y su delicada poesía brillan con especial luz es en la portentosa grabación que hizo de las Piezas líricas de Grieg en 1974.