Las fotografías muestran a un hombre imponente y digno, con una tupida barba. Pero, detrás de esa máscara pública, Brahms era una persona tímida y melancólica que dudaba mucho de sí mismo. Nacido en Hamburgo en 1833 y proveniente de una familia de origen humilde, acabó convirtiéndose en la encarnación de la música sinfónica alemana en todo el mundo. Robert Schumann fue el primero en reconocer y alentar al joven músico, pero la locura en la que acabó cayendo su mentor le dejó heridas emocionales de por vida. Años más tarde, Brahms inició una intensa, enriquecedora pero insatisfactoria relación con su viuda, Clara Schumann. Estos dramas personales están presentes en las tormentas emocionales del Concierto para piano n.º 1 y su Sinfonía n.º 1. Para muchos, la expresión más personal y hermosa de Brahms está en su música de cámara y para piano, así como en sus canciones, donde, lejos del gran escenario, pudo mostrar su verdadera naturaleza sensible y melancólica. Murió en 1897 en Viena, su ciudad de adopción, y sus magníficas sinfonías y conciertos siguen siendo pilares en los repertorios de los conciertos modernos.