Pocas bandas han tenido tanta fe en el poder transformador del rock and roll como U2. Lejos del sombrío y opresivo rupturismo del postpunk de muchos de sus coetáneos, el cuarteto dublinés integrado por Bono, The Edge, Adam Clayton y Larry Mullen Jr. canalizó toda su energía hacia fines más apasionados y altruistas, fusionando el fervoroso idealismo de The Clash con el encanto pop de los Beatles. Erigido en portavoz y predicador de toda una generación gracias a lamentos de rabia e indignación como los de la estremecedora “Sunday Bloody Sunday”, Bono fue dando forma junto a sus compañeros a un humanista discurso de amor y defensa de los derechos civiles. La evolución del cortante sonido de la guitarra de The Edge y la producción de Brian Eno y Daniel Lanois en The Unforgettable Fire (1984) y The Joshua Tree (1987) fueron reemplazando la furia punk de sus inicios por las sinuosas texturas y la luminosa espiritualidad de “Pride (In the Name of Love)” o “I Still Haven’t Found What I’m Looking For”, canciones que alcanzaron la categoría de himno y elevaron a U2 a lo más alto del panteón de dioses del pop y el rock. Desde esa privilegiada posición, la banda dio rienda suelta a su vena más experimental e innovadora con álbumes como Achtung Baby (1991) o Zooropa (1993) y espectáculos de la magnitud de Zoo TV, una gira en la que convirtieron sus conciertos en una extravagancia multimedia y un festín para los cinco sentidos. Pese a ello, las descomunales dimensiones de todo lo que rodea a U2 no les han hecho perder de vista su inspiradora misión, aún vigente en la trilogía que conforman los más recientes Songs of Innocence (2014), Songs of Experience (2017) y Songs Of Surrender (2023).