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Populares programas de 4 minutos que comienzan con una anécdota o historia y terminan con una aplicación moral y espiritual. Se han transmitido de lunes a sábado durante más de 40 años. Actualmente se difunden más de 4 mil veces al día en 30 países en la radio, la televisión y la prensa, y ahora via Internet en Conciencia.net.

Un Mensaje a la Conciencia ahp@conciencia.net (Hermano Pablo y Carlos Rey)

    • Religión y espiritualidad
    • 5.0 • 8 calificaciones

Populares programas de 4 minutos que comienzan con una anécdota o historia y terminan con una aplicación moral y espiritual. Se han transmitido de lunes a sábado durante más de 40 años. Actualmente se difunden más de 4 mil veces al día en 30 países en la radio, la televisión y la prensa, y ahora via Internet en Conciencia.net.

    «Castigué a mi hija mayor con un látigo»

    «Castigué a mi hija mayor con un látigo»

    En este mensaje tratamos el caso de una mujer que «descargó su conciencia» en nuestro sitio www.conciencia.net. Lo hizo de manera anónima, como pedimos que se haga; así que, a pesar de que nunca se lo había contado a nadie, nos autorizó a que la citáramos, como sigue:

    «Soy madre de cuatro niñas. Sus edades van de tres [a] quince años. Hace dos semanas castigué a mi hija mayor con un látigo muy fuerte, ya que ella no estaba obedeciendo. [Luego de que] ella [salió], mostrando las marcas [del castigo] en los brazos... me sentí mal. Nunca lo había hecho de esa manera, pero quería que ella reaccionara.

    »Mi pregunta es: ¿Hasta qué edad debo corregir a mi hija físicamente? ¿Dice algo sobre esto la Biblia?»

    Este es el consejo que le dimos:

    «Estimada amiga:

    »Sus preguntas son de interés para muchos padres de familia. La Biblia sí menciona la disciplina física de los hijos varias veces en el libro de los Proverbios. Sin embargo, no dice nada específico en cuanto a la edad apropiada ni a los métodos apropiados para ejercerla....

    »Como padres que somos de cinco hijos, nosotros llegamos a la conclusión de que el darle una palmada en la mano a un niño pequeño era un modo eficaz de evitar que tocara una estufa caliente o un tomacorriente. La mayoría de los niños menores de tres años de vez en cuando necesitan que se les dé una palmadita en la mano o en las nalgas para evitar que corran peligro. Sin embargo, tan pronto como nuestros hijos llegaron a la edad en que podían comprender las consecuencias, cambiamos nuestros métodos. De ahí en adelante empleamos alternativas a la disciplina física porque estábamos convencidos de que esas alternativas eran más eficaces.

    »Cuando se le aplica la disciplina física a un niño pequeño, es sumamente importante que no se haga con enojo. Muchos padres hacen caso omiso de la desobediencia hasta que el niño hace que se enojen. Entonces la emprenden a golpes contra los hijos, pegándoles en los brazos, en las piernas y hasta en el rostro. Eso nunca es aceptable. El castigo físico apropiado sólo debe aplicarse en la mano o en las nalgas del niño pequeño, y sólo debe dolerle uno o dos segundos y nunca dejarle una marca. Nosotros creemos que la mano es el mejor instrumento de castigo debido a que uno puede sentir la fuerza con que está dando la palmada....

    »Hay tres razones por las que creemos que usted se equivocó al castigar a su hija con un látigo. En primer lugar, ella es muy grande para que se le castigue físicamente. En segundo lugar, usar un látigo no es la manera aceptable de castigar a un niño. Y por último, el castigo le dejó marcas en el cuerpo, lo que quiere decir que usted empleó demasiada fuerza. Le recomendamos que le diga a su hija que lo siente mucho, y que le explique por qué estaba usted tan alterada. Además, haga una lista de consecuencias apropiadas para la edad que tiene ella y explíquele que se valdrá de esas consecuencias para castigar cualquier desobediencia futura.

    »¡El ser padre o madre no es nada fácil!

    »Linda y Carlos Rey.»

    El consejo completo, que por falta de espacio no pudimos incluir en esta edición, puede leerse con sólo pulsar el enlace en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego el enlace que dice: «Caso 87».

    Carlos Rey
    Un Mensaje a la Conciencia
    www.conciencia.net

    • 4 min
    «Tengo miedo de que me trasladen»

    «Tengo miedo de que me trasladen»

    En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue:

    «[Desde hace unos días estoy sintiendo el trato injusto que me dan en mi trabajo. Se han tomado varias decisiones laborales que me perjudican, las cuales creo que se deben a que respondí con franqueza, y de manera negativa, a una encuesta sobre el desempeño de mi jefe en su comunicación conmigo.]

    »[He sido un buen trabajador, nunca falto a mi trabajo, y hasta he dejado de cobrar horas extras. Siempre he hecho mi trabajo con esmero y dedicación. Pero ahora estoy muy preocupado porque tengo miedo de que me trasladen a otra provincia.]»

    Este es el consejo que le dio mi esposa:

    «Estimado amigo:

    »Lo felicitamos por trabajar con tanto esmero y dedicación, y comprendemos su preocupación por las consecuencias de haber sido sincero en una encuesta acerca de su jefe. Si el mundo fuera perfecto, no se le castigaría simplemente por decir la verdad. Pero el mundo en que vivimos no es perfecto, y a veces la sinceridad acarrea consecuencias negativas. A veces se debe a una administración corrupta, y otras veces a que los supervisores carecen de confianza en sí mismos. Sin embargo, si usted se expresó con respeto y lo hizo con motivos honrados, entonces no tiene nada de qué avergonzarse.

    »A nosotros se nos pide con frecuencia que evaluemos determinados productos o servicios que hemos recibido. Cuando las encuestas son anónimas y no pretenden obtener más información que la que piden, esas evaluaciones pueden ser muy útiles para los consumidores y para las empresas.

    »En el caso suyo no es cuestión de quién tiene la razón. Como usted da a entender que ya es honrado en todo, no podemos darle ningún otro consejo específico basado en los principios bíblicos. Sin embargo, sí podemos asegurarle de que hay una manera de dejar de vivir con tanto temor y ansiedad.

    »Hemos constatado que cuando nos ponemos en las manos de Dios y le encomendamos nuestra vida misma, Él siempre tiene un plan para nosotros, incluso cuando no es lo que hubiéramos esperado. Ha habido muchas veces en nuestra vida cuando nos ha tocado trasladarnos a lugares geográficos que nunca hubiéramos imaginado. Pero cada vez, al mirar atrás, hemos podido ver que Dios estaba actuando sin que nos diéramos cuenta y que el cambio de domicilio nos favoreció de una manera u otra.

    »Con eso no queremos decir que confiar en Dios es como una píldora mágica que hace que desaparezcan todos nuestros problemas. Si fuera así, todo el mundo tomaría esa píldora mágica para obtener esos resultados. Confiar en Dios es, más bien, aceptar el hecho de que Él nos ama y que siempre nos cuidará en cualquiera que sea la situación. Si bien no merecemos el perdón por todas las maneras en que hemos pecado, Dios nos perdonará debido a que su Hijo Jesucristo pagó el castigo por todo nuestro pecado al morir en la cruz. Una vez que aceptamos el perdón que nos ofrece y lo hacemos Señor de nuestra vida, podemos experimentar vida plena a pesar de nuestras circunstancias.»

    Con eso termina lo que Linda, mi esposa, recomienda en este caso. El caso completo se puede leer si se pulsa la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 667.

    Carlos Rey
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    www.conciencia.net

    • 4 min
    La mansión de mi tía Eva

    La mansión de mi tía Eva

    Sucedió en el año 1951, y la impresión que me dejó nunca la he podido olvidar. Mi esposa y yo estábamos de visita en casa de un tío mío a quien no habíamos visto por años. Su esposa, mi tía Eva, estaba enferma con una de las más temibles de las enfermedades: cáncer. Ella ya había sufrido una operación, pero debido a su condición avanzada, no habían podido detener la enfermedad.

    Durante mi visita, que duró una semana, ella nunca dio indicios de dolor. Al contrario, se reía con frecuencia y hacía sus quehaceres con alegría.

    Un día le pregunté a mi tío cómo podía ella mostrar tanta conformidad con una enfermedad así.

    —Parece, Pablo —me contestó—, que ella vive en otro mundo. Está muy grave, y tiene dolor constante, pero nunca se queja, ni cuando estamos solos. Es más bien una muy viva y genuina esperanza lo que ella tiene.

    Ante eso, le pregunté:

    —¿Acaso cree ella que se va a sanar?

    —¡Oh, no! —me contestó—. Al contrario, ella sabe que va a morir. Su esperanza consiste en la otra vida. Tiene una especie de ansia de morir: como quien va de vacaciones y no se aguanta, porque está llegando la hora de partir.

    Eso me dejó hasta débil. Yo sabía a qué esperanza se refería él, pero nunca la había sentido tan de primera mano, especialmente en mi propia familia.

    El día que partimos, ellos estaban en la puerta, dándonos el último adiós. De repente, mi tía dijo:

    —Pablo, quisiera cantarles algo antes de que se vayan.

    Ella no tenía voz de cantante, pero tenía un canto en el corazón, así que comenzó a entonar esta canción: «Yo tengo mi mansión, al otro lado del río. / Mi Cristo me espera con anhelo. / Por eso no estoy triste, aunque sigo sufriendo. / Porque yo sé que pronto tendré mi recompensa.»

    Cuando ella terminó de cantar, yo tenía un gran nudo en la garganta. Sentí que ese adiós era de veras el último. Di la vuelta para ocultar la emoción que me embargaba, abordamos nuestro vehículo y partimos. A los seis meses, mi tía Eva murió, es decir, partió. Porque para una persona con una fe tan viva, no hay muerte; sólo traslado.

    Dios nos creó a todos para ser eternos, y desea que pasemos la eternidad con Él. Esa esperanza puede ser también nuestra. Jesucristo les dijo a sus discípulos: «En el hogar de mi Padre hay muchas viviendas.... Voy a prepararles un lugar. Y si me voy y se lo preparo, vendré para llevármelos conmigo. Así ustedes estarán donde yo esté» (Juan 14:2,3). Por eso el apóstol Pablo escribió: «Porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia» (Filipenses 1:21).

    Aceptemos esta fuente de esperanza. Cristo nos ofrece a todos la vida eterna.

    Hermano Pablo
    Un Mensaje a la Conciencia
    www.conciencia.net

    • 4 min
    Sacrificios sublimes

    Sacrificios sublimes

    (Día Internacional de los Monumentos y de los Sitios)

    Era el año de 1555. La poderosa tribu michi, que se había establecido en tiempos muy remotos en un pintoresco valle de lo que ahora es el estado de Durango, tenía por jefe a un hombre valiente llamado Tohue. Éste dominaba desde su capital Michilia un vasto territorio que se extendía hasta las serranías del sur del Mezquital. Su pueblo guerrero disfrutaba de un período de paz y tranquilidad, cuando recibió noticias de unos hombres extraños que habían llegado por el sur y que a su paso lo destruían todo de manera sistemática.

    Tan pronto supo que el ejército invasor se acercaba, Tohue reunió a los habitantes de la ciudad, los cuales determinaron enfrentar al enemigo y defender su territorio. Así que formaron un ejército bajo el mando de Tohue y se dispusieron a detener a las tropas españolas que tenían por capitán a Francisco de Ibarra.

    No fue sino hasta el segundo día de la sangrienta confrontación que comenzaron a imponerse los agresores. Pero cuanto más acorralados se veían los michis, más se empeñaban en ofrecer resistencia, a pesar de que Ibarra quiso abortar la acción y tomar otro rumbo. Obligados, pues, a valerse de la superioridad de sus armas, los conquistadores dispersaron a los obstinados michis, quienes se replegaron hacia la cordillera. Allí desde las alturas les causaron considerables daños a los españoles con una lluvia de piedras y rocas que despeñaban. Y de nuevo obligaron a los invasores a seguir la lucha cuando éstos intentaron retirarse.

    Ya para el tercer día los indómitos indoamericanos se vieron completamente cercados en la cima del cerro, en total desventaja y escasos de armas para defenderse. Desde aquellas alturas Tohue podía divisar la ciudad de Michilia e imaginarse sus hogares ocupados y destruidos por el enemigo. Así que resolvió ponerle punto final al conflicto: quebró sus armas, inutilizó su escudo, se despidió visualmente de la ciudad de sus antepasados y se lanzó al precipicio. Todos sus valientes guerreros, sin quedar uno solo, lo siguieron.

    Desde un peñasco de la cumbre del cerro, Ibarra, rodeado de arcos, flechas, macanas y escudos despedazados, contempló en el fondo de aquel abismo los cuerpos fracturados de sus dignos enemigos, y exclamó conmovido: «¡Sacrificio sublime por la libertad!» Y aquella montaña pasó a la historia con el nombre de «Cerro del sacrificio».1

    Este impresionante relato acerca de los michis trae a la memoria otro sacrificio sublime que ocurrió unos mil quinientos años antes. Se trata del sacrificio del Hijo de Dios, Jesucristo el Señor. Él se dejó crucificar en una cruz por los pecados de toda la humanidad, tanto los de aquellos michis como los nuestros en la actualidad. Murió en nuestro lugar porque determinó que ese sería el modo de salvarnos. Fue un «sacrificio sublime por la libertad», nuestra libertad, libertad de la condenación eterna. Aceptemos esa libertad que nos ofrece, y así no habrá sido en vano ese sacrificio sublime.2

    Carlos Rey
    Un Mensaje a la Conciencia
    www.conciencia.net



    1
    Nélida Galván Macías, Leyendas mexicanas (México: Selector, 1996), pp. 117-21


    2
    Ro 3:21-26; 8:1-4; Ef 5:2; Heb 7:27; 9:26-28; 10:10-14; 1Jn 2:2; 4:10

    • 4 min
    Algo explicable, pero no disimulable

    Algo explicable, pero no disimulable

    (Víspera del Día Internacional de los Monumentos y de los Sitios)

    Cuando era presidente del Consejo de Ministros, don José Sánchez Guerra recibió la noticia de que el Ayuntamiento de un pueblo vecino había decidido, por unanimidad, darle su nombre a una plaza. El anciano político, cargado de años de experiencia, se quedó pensativo un rato y luego, con una sonrisa dibujada en el rostro, contestó en estos términos:

    «Miren ustedes, les agradezco el honor que me hacen; pero me molestaría mucho que, en un cambio de gobierno cualquiera, se le antojase a alguien echar mi nombre por la borda y dedicar la plaza a cualquier otro hombre político. Les sugiero que, para mayor seguridad, el nombre sea PLAZA DEL PRESIDENTE DEL CONSEJO DE MINISTROS, y así servirá siempre.»

    En su comentario al respecto, el historiador español Carlos Fisas explica que decidió incluir esta anécdota en su obra titulada Historias de la historia debido a los cambios recientes que se habían dado en los nombres de las calles de ciudades y pueblos de España. Él dice que quienes hacen los cambios alegan que contribuyen a terminar con los odios y a lograr la hermandad de todos los españoles. Pero él no está de acuerdo con ese punto de vista. «Si se quiere de verdad terminar con los rescoldos de nuestra guerra civil —sostiene Fisas—, lo lógico es que al lado de una avenida del Generalísimo Franco hubiese otra dedicada a don Manuel Azaña, y junto a la plaza del General Miaja se encontrase la calle del General Mola. Lo demás —concluye el autor español— es puro revanchismo. Explicable, sin duda, pero no disimulable.»1

    Lo que Fisas tal vez esté dando por sentado, pero que no sobra decir, es que la verdadera hermandad en la raza humana, ¡que todavía a estas alturas de la civilización hace tanta falta!, comienza en el corazón. Al hombre lo podemos desarmar de toda arma mortal y hasta de títulos y nombres que ofenden a determinados grupos, pero si no vamos al meollo del problema —el corazón humano—, no lograremos nada que perdure. Si no contrarrestamos la causa, no eliminaremos el efecto. Y la causa es un corazón contaminado del odio, del egoísmo y de toda clase de inmundicia. La única solución la tiene Dios. Sólo Él puede purificar ese corazón sin igual que creó.

    La buena noticia es que Dios no sólo puede, sino que quiere purificar nuestro corazón, cambiándole el aceite con una transfusión completa. Basta con que clamemos a Él como lo hizo el rey David después de llegar al colmo del egoísmo, consciente de que Dios no desprecia al corazón quebrantado y arrepentido: «Ten compasión de mí, oh Dios, conforme a tu gran amor; conforme a tu inmensa bondad, borra mis transgresiones. Lávame de toda mi maldad y límpiame de mi pecado.... Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio.... Purifícame con hisopo, y quedaré limpio; lávame, y quedaré más blanco que la nieve.»2

    Carlos Rey
    Un Mensaje a la Conciencia
    www.conciencia.net



    1
    Carlos Fisas, Historias de la historia, Edición booket, 1997 (Barcelona: Editorial Planeta, 1983), p. 21.


    2
    Sal 51:1-2,7,10a,17b

    • 4 min
    ¿«Está bien internarla en un hogar de ancianos»?

    ¿«Está bien internarla en un hogar de ancianos»?

    En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos:

    «Mi madre ya es anciana y requiere cuidados especiales. Mis hermanas y yo hemos tratado de [cumplir con ese deber], pero yo quisiera tenerla conmigo siempre. Soy casada y tengo dos hijos....

    »Una de mis hermanas me ha aconsejado llevarla a un hogar de ancianos donde la cuiden, pero no estoy de acuerdo. Considero que nosotras sus hijas podemos cuidarla aún. Me gustaría saber si está bien internarla en tal hogar, o si tenemos la responsabilidad como hijas de honrar a nuestros padres mientras estén aquí en la tierra. Nuestra madre fue una mujer que nos sacó adelante a todas.»

    Este es el consejo que le dio mi esposa:

    «Estimada amiga:

    »Lamentamos tener que decirle que no hay una respuesta que sea necesariamente correcta o incorrecta para lo que usted quisiera saber. Si bien es cierto que los Diez Mandamientos dicen que debemos honrar a padre y madre, la honra consiste en mucho más que el lugar donde deben vivir.

    »Hay varios factores que contribuyen a que sea imposible definir la honra de tal manera que se aplique a todo tiempo y a toda cultura a través de la historia.... Aun hoy, en distintas regiones del mundo y de ciertos países, las circunstancias no son iguales. Por lo general, los que viven en zonas rurales tienen espacio para que vivan juntas varias generaciones, mientras que los que viven en las ciudades pudieran tener que vivir a duras penas en apartamentos muy pequeños....

    »Las familias difieren además en cómo están compuestas.... Algunos se han casado y tienen hijos que aún viven con ellos, mientras que otros tienen hijos que viven por su propia cuenta. Algunos de estos ambientes familiares son mejores que otros para los ancianos.

    »Debido a todas esas diferencias y otras más, no tiene sentido afirmar que todos los hijos deben turnarse para que sus padres ancianos vivan con ellos. Sin embargo, lo ideal es que cada hijo e hija sea responsable de aportar sustancialmente, ya sea tiempo, dinero o ambas cosas. El honrar a padre y madre consiste en preocuparse por ellos, ser considerados y compasivos, y mantenerse involucrados.

    »Hay padres y madres que prefieren vivir en un lugar aparte de sus hijos adultos, donde hay atención constante y servicios médicos a su disposición. Cuando esa clase de hogar está disponible y es asequible económicamente, los hijos y las hijas de esos padres pueden aun así preocuparse por ellos, ser considerados y compasivos, y mantenerse involucrados.

    »Muchas circunstancias de la vida pueden ser justas sin ser iguales. Es mejor que no trate de comparar el valor de sus esfuerzos o de su apoyo económico con el de sus hermanas. Demuéstrele a su mamá la honra que usted siente por ella, sin que importe si sus hermanas hacen lo mismo.»

    Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. El consejo completo se puede leer si se ingresa en el sitio www.conciencia.net y se pulsa la pestaña que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 795.

    Carlos Rey
    Un Mensaje a la Conciencia
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    • 4 min

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