La música de Berlioz le debe muy poco a los métodos técnicos y estilísticos de los compositores que lo precedieron; aflora, en realidad, desde el corazón mismo de su genio creativo. Nacido en 1803 en Isère, en el sureste de Francia, fue educado por su padre, que era médico. Con la esperanza de que Berlioz siguiera sus pasos, su padre lo envió a París en 1821 para estudiar medicina. Pero luego de graduarse y desencantarse con la profesión, Berlioz decidió convertirse en compositor. En 1827, se enamoró perdidamente de Harriet Smithson, una actriz irlandesa cuyas interpretaciones de Shakespeare lo conquistaron. Cuando ella lo rechazó, su reacción fue componer la Sinfonía fantástica (1830), virtuoso retrato sonoro de un amor condenado al fracaso. Ese mismo año, su estreno estableció la reputación de Berlioz y tres años más tarde se casó con Smithson y estuvieron juntos hasta su separación diez años después (después de que ella murió en 1854, él se casó con la cantante Marie Recio). Berlioz continuó su camino a la fama con obras como Réquiem (Gran misa de muertos) (1837) y la sinfonía Romeo y Julieta (1839), inspirada en Shakespeare. Durante las siguientes dos décadas, participó en extensas giras como director de orquesta, además de componer la cantata La condenación de Fausto (1846) y el oratorio La infancia de Cristo (1854). Luego de que su ambiciosa ópera en cinco actos Los troyanos (1858), basada en La Eneida de Virgilio, fuera acortada para sus presentaciones en vivo, el compositor se desilusionó tanto que no volvió a componer música hasta su muerte en 1869.