Itzhak Perlman hizo su debut televisivo en Estados Unidos en 1958 con tan sólo 13 años. Se presentó en The Ed Sullivan Show, tocó el final del Concierto en mi menor de Mendelssohn y, desde entonces, la esencia de su estilo interpretativo ya estaba formada. Una mirada de sublime alegría al tocar, tranquilidad en su técnica de arco (con el meñique a veces levantado), prodigiosa precisión en sus dedos, carisma en la ejecución y un sonido suntuoso de emotiva intensidad. Nacido en Tel Aviv en 1945, Perlman se sobrepuso a los efectos de la polio que contrajo a los cuatro años (tocó siempre sentado) mediante sus estudios de violín. Sus clases con Rivka Goldgart en Tel Aviv y, de 1958 en adelante, con Ivan Galamian y Dorothy DeLay en la Escuela Juilliard de Nueva York, nutrieron su extraordinario talento. Cuando tocó por primera vez en Carnegie Hall en 1963, ya era un virtuoso a nivel internacional. Su carisma natural y actitud positivista captaron el espíritu de los años 60, encontrando su lugar en el mundo al lado de pianistas legendarios y directores de orquesta como Daniel Barenboim y Vladimir Ashkenazy, el también violista Pinchas Zukerman y la violonchelista Jacqueline du Pré. Las grabaciones de conciertos y música de cámara de Perlman reflejan la extraordinaria amplitud de su repertorio, desde Bach y Beethoven hasta Shostakovich y Berg. Quizás su característica más notable sea la capacidad de imprimir liviandad a las obras, lo cual plasma en sus tres discos dedicados a Fritz Kreisler y varios otros (dos de ellos titulados Encores) con miniaturas hábiles que en sus manos suenan brillantes como el oro más puro.