Si se trata de crear un mundo lleno de colores y atmósferas de cuentos de hadas, ninguno de los nacionalistas del siglo XIX puede competir con Rimsky-Korsakov. Tchaikovsky era más apasionado y Mussorgsky supo proponer un realismo atrevido, pero ninguno podía pintar un cuadro orquestal como Rimsky. Su suite sinfónica Scheherazade, un recuento dramático y suntuoso de algunos cuentos clásicos de Las mil y una noches, sigue siendo un favorito del público. Por otra parte, sus óperas basadas en leyendas folclóricas como La ciudad invisible de Kítezh y la suite El gallo de oro han resurgido a través del tiempo. Nacido en 1844 en una familia aristocrática cerca de San Petersburgo, fue convencido inicialmente de no seguir una carrera musical y se enlistó en la marina rusa, gracias a la cual pudo ver algunos de los lugares exóticos que después aparecerían en sus creaciones. Pese a que no tuvo una educación musical académica, fue un maestro admirado que contó con Stravinsky entre sus estudiantes, y su libro Principios de orquestación sigue siendo fuente de referencia. Falleció en 1908, cerca de la campiña rusa que tanto amaba, en su finca al sur de su ciudad natal.