Armada con su hipnótica voz de soprano y un registro vocal increíble, Ariana Grande comenzó su carrera como estrella infantil antes de convertirse en una diva del pop y el R&B. El peinado, las orejas de gato, los vestidos de muñeca y un aplomo casual se convirtieron en sus señas de identidad y reflejos del empoderamiento de una generación de mujeres. Pero Ariana Grande es mucho más que un símbolo, ha brillado y puesto su fama al servicio del activismo social. Como defensora de las causas LGBTTTIQ+ y feminista sin pelos en la lengua (“Estoy harta de vivir en un mundo en el que la mayoría de las mujeres están consideradas como PROPIEDAD pasada, presente o futura de un hombre”, tuiteó en 2016), utiliza su plataforma para atacar la misoginia, el sexismo, la homofobia y el acoso con mensajes positivos. Su compromiso quedó meridianamente claro en mayo de 2017, cuando un atentado terrorista mató a 22 personas e hirió a cientos en su concierto de Manchester. Grande continuó con su gira. “Necesitas tener los pies en el suelo y no rendirte ante el miedo. La razón por la que quise terminar la gira era estar con mis fans, dar ejemplo y seguir adelante”. Y eso es lo que hizo. “No Tears Left to Cry”, un triunfal regreso a la pista de baile producido por Max Martin, transmite un mensaje de esperanza y supervivencia con una buena dosis de actitud desafiante, una característica que ha llevado a la perfección en sus últimos álbumes.