La desbordante discografía de Christopher Hogwood literalmente abarca de la A a la Z: de Albinoni a Zachow. Es el testimonio de una curiosidad que no sólo desenterró un repertorio olvidado durante mucho tiempo, sino que también planteó preguntas pertinentes sobre cómo debería ser interpretado. Nacido en Nothingham en 1941, Hogwood se inició tocando con la Academy of St. Martin in the Fields. Como integrante del Early Music Consort of London se adentró en la música medieval y renacentista. Sin embargo, en 1973 formó la Academia de Música Antigua, un conjunto de instrumentos de época que cambiaría las reglas del juego. Tras su radical grabación en 1980 del Mesías de Handel y sus posteriores incursiones en las sinfonías completas de Mozart y Beethoven, empezaron a llegarle invitaciones para dirigir orquestas sinfónicas. Tal fue su renombre durante la década de los 80 que incluso llegó a apodársele el Karajan de la Música Antigua, aunque nunca fue un maestro dictatorial. Hogwood comparaba su academia con un refugio para instrumentistas de época que evitaban a los directores. Entre sus encomiendas de dirección musical en Estados Unidos destacan la Orquesta de Cámara de St. Paul Minnesota y la Sociedad Handel y Haydn de Boston. También recibió invitaciones como director invitado en Suiza, Italia y Polonia. Estudioso e infatigable teclista que nunca dio nada por sentado, a Hogwood se le recuerda desde su muerte en 2014 como alguien que allanó el camino para quienes lo siguen.