Giuseppe Fortunino Francesco Verdi, posiblemente el compositor más popular de ópera, transformó el estilo belcantista más estricto de sus predecesores Rossini, Donizetti y Bellini en una celebración de la existencia humana con gran fluidez estructural, carácter psicológico y emoción visceral. Nacido en 1813 como hijo de un posadero de Emilia-Romaña, Italia, Verdi se presentó en la iglesia desde muy joven y estrenó su primera ópera, Oberto, en La Scala en 1839. Tres años más tarde, Nabucco le dio fama de la noche a la mañana y Verdi entró en un periodo de creación constante, componiendo una ópera aproximadamente cada ocho meses hasta 1851. Ese año estrenó Rigoletto, la primera de tres obras maestras melodramáticas, junto con El trovador y La traviata, basadas en familias deterioradas por la pasión. Con Aida, de 1871, Verdi emprendió un estudio épico sobre el poder. En 1874, entró en un semirretiro después de presentar otra obra maestra no operística, Réquiem, pero resurgió con Otelo y Falstaff que se estrenaron en 1887 y 1893, respectivamente. Estas obras, formalmente innovadoras a través de la composición, representan la cumbre artística de un compositor que, hasta su muerte en 1901, rompió la mayoría de las reglas de la forma, permaneciendo siempre fiel a su magia melódica.