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Populares programas de 4 minutos que comienzan con una anécdota o historia y terminan con una aplicación moral y espiritual. Se han transmitido de lunes a sábado durante más de 40 años. Actualmente se difunden más de 4 mil veces al día en 30 países en la radio, la televisión y la prensa, y ahora via Internet en Conciencia.net.

Un Mensaje a la Conciencia ahp@conciencia.net (Hermano Pablo y Carlos Rey)

    • Religião e espiritualidades

Populares programas de 4 minutos que comienzan con una anécdota o historia y terminan con una aplicación moral y espiritual. Se han transmitido de lunes a sábado durante más de 40 años. Actualmente se difunden más de 4 mil veces al día en 30 países en la radio, la televisión y la prensa, y ahora via Internet en Conciencia.net.

    La mansión de mi tía Eva

    La mansión de mi tía Eva

    Sucedió en el año 1951, y la impresión que me dejó nunca la he podido olvidar. Mi esposa y yo estábamos de visita en casa de un tío mío a quien no habíamos visto por años. Su esposa, mi tía Eva, estaba enferma con una de las más temibles de las enfermedades: cáncer. Ella ya había sufrido una operación, pero debido a su condición avanzada, no habían podido detener la enfermedad.

    Durante mi visita, que duró una semana, ella nunca dio indicios de dolor. Al contrario, se reía con frecuencia y hacía sus quehaceres con alegría.

    Un día le pregunté a mi tío cómo podía ella mostrar tanta conformidad con una enfermedad así.

    —Parece, Pablo —me contestó—, que ella vive en otro mundo. Está muy grave, y tiene dolor constante, pero nunca se queja, ni cuando estamos solos. Es más bien una muy viva y genuina esperanza lo que ella tiene.

    Ante eso, le pregunté:

    —¿Acaso cree ella que se va a sanar?

    —¡Oh, no! —me contestó—. Al contrario, ella sabe que va a morir. Su esperanza consiste en la otra vida. Tiene una especie de ansia de morir: como quien va de vacaciones y no se aguanta, porque está llegando la hora de partir.

    Eso me dejó hasta débil. Yo sabía a qué esperanza se refería él, pero nunca la había sentido tan de primera mano, especialmente en mi propia familia.

    El día que partimos, ellos estaban en la puerta, dándonos el último adiós. De repente, mi tía dijo:

    —Pablo, quisiera cantarles algo antes de que se vayan.

    Ella no tenía voz de cantante, pero tenía un canto en el corazón, así que comenzó a entonar esta canción: «Yo tengo mi mansión, al otro lado del río. / Mi Cristo me espera con anhelo. / Por eso no estoy triste, aunque sigo sufriendo. / Porque yo sé que pronto tendré mi recompensa.»

    Cuando ella terminó de cantar, yo tenía un gran nudo en la garganta. Sentí que ese adiós era de veras el último. Di la vuelta para ocultar la emoción que me embargaba, abordamos nuestro vehículo y partimos. A los seis meses, mi tía Eva murió, es decir, partió. Porque para una persona con una fe tan viva, no hay muerte; sólo traslado.

    Dios nos creó a todos para ser eternos, y desea que pasemos la eternidad con Él. Esa esperanza puede ser también nuestra. Jesucristo les dijo a sus discípulos: «En el hogar de mi Padre hay muchas viviendas.... Voy a prepararles un lugar. Y si me voy y se lo preparo, vendré para llevármelos conmigo. Así ustedes estarán donde yo esté» (Juan 14:2,3). Por eso el apóstol Pablo escribió: «Porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia» (Filipenses 1:21).

    Aceptemos esta fuente de esperanza. Cristo nos ofrece a todos la vida eterna.

    Hermano Pablo
    Un Mensaje a la Conciencia
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    • 4 min
    Sacrificios sublimes

    Sacrificios sublimes

    (Día Internacional de los Monumentos y de los Sitios)

    Era el año de 1555. La poderosa tribu michi, que se había establecido en tiempos muy remotos en un pintoresco valle de lo que ahora es el estado de Durango, tenía por jefe a un hombre valiente llamado Tohue. Éste dominaba desde su capital Michilia un vasto territorio que se extendía hasta las serranías del sur del Mezquital. Su pueblo guerrero disfrutaba de un período de paz y tranquilidad, cuando recibió noticias de unos hombres extraños que habían llegado por el sur y que a su paso lo destruían todo de manera sistemática.

    Tan pronto supo que el ejército invasor se acercaba, Tohue reunió a los habitantes de la ciudad, los cuales determinaron enfrentar al enemigo y defender su territorio. Así que formaron un ejército bajo el mando de Tohue y se dispusieron a detener a las tropas españolas que tenían por capitán a Francisco de Ibarra.

    No fue sino hasta el segundo día de la sangrienta confrontación que comenzaron a imponerse los agresores. Pero cuanto más acorralados se veían los michis, más se empeñaban en ofrecer resistencia, a pesar de que Ibarra quiso abortar la acción y tomar otro rumbo. Obligados, pues, a valerse de la superioridad de sus armas, los conquistadores dispersaron a los obstinados michis, quienes se replegaron hacia la cordillera. Allí desde las alturas les causaron considerables daños a los españoles con una lluvia de piedras y rocas que despeñaban. Y de nuevo obligaron a los invasores a seguir la lucha cuando éstos intentaron retirarse.

    Ya para el tercer día los indómitos indoamericanos se vieron completamente cercados en la cima del cerro, en total desventaja y escasos de armas para defenderse. Desde aquellas alturas Tohue podía divisar la ciudad de Michilia e imaginarse sus hogares ocupados y destruidos por el enemigo. Así que resolvió ponerle punto final al conflicto: quebró sus armas, inutilizó su escudo, se despidió visualmente de la ciudad de sus antepasados y se lanzó al precipicio. Todos sus valientes guerreros, sin quedar uno solo, lo siguieron.

    Desde un peñasco de la cumbre del cerro, Ibarra, rodeado de arcos, flechas, macanas y escudos despedazados, contempló en el fondo de aquel abismo los cuerpos fracturados de sus dignos enemigos, y exclamó conmovido: «¡Sacrificio sublime por la libertad!» Y aquella montaña pasó a la historia con el nombre de «Cerro del sacrificio».1

    Este impresionante relato acerca de los michis trae a la memoria otro sacrificio sublime que ocurrió unos mil quinientos años antes. Se trata del sacrificio del Hijo de Dios, Jesucristo el Señor. Él se dejó crucificar en una cruz por los pecados de toda la humanidad, tanto los de aquellos michis como los nuestros en la actualidad. Murió en nuestro lugar porque determinó que ese sería el modo de salvarnos. Fue un «sacrificio sublime por la libertad», nuestra libertad, libertad de la condenación eterna. Aceptemos esa libertad que nos ofrece, y así no habrá sido en vano ese sacrificio sublime.2

    Carlos Rey
    Un Mensaje a la Conciencia
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    1
    Nélida Galván Macías, Leyendas mexicanas (México: Selector, 1996), pp. 117-21


    2
    Ro 3:21-26; 8:1-4; Ef 5:2; Heb 7:27; 9:26-28; 10:10-14; 1Jn 2:2; 4:10

    • 4 min
    Algo explicable, pero no disimulable

    Algo explicable, pero no disimulable

    (Víspera del Día Internacional de los Monumentos y de los Sitios)

    Cuando era presidente del Consejo de Ministros, don José Sánchez Guerra recibió la noticia de que el Ayuntamiento de un pueblo vecino había decidido, por unanimidad, darle su nombre a una plaza. El anciano político, cargado de años de experiencia, se quedó pensativo un rato y luego, con una sonrisa dibujada en el rostro, contestó en estos términos:

    «Miren ustedes, les agradezco el honor que me hacen; pero me molestaría mucho que, en un cambio de gobierno cualquiera, se le antojase a alguien echar mi nombre por la borda y dedicar la plaza a cualquier otro hombre político. Les sugiero que, para mayor seguridad, el nombre sea PLAZA DEL PRESIDENTE DEL CONSEJO DE MINISTROS, y así servirá siempre.»

    En su comentario al respecto, el historiador español Carlos Fisas explica que decidió incluir esta anécdota en su obra titulada Historias de la historia debido a los cambios recientes que se habían dado en los nombres de las calles de ciudades y pueblos de España. Él dice que quienes hacen los cambios alegan que contribuyen a terminar con los odios y a lograr la hermandad de todos los españoles. Pero él no está de acuerdo con ese punto de vista. «Si se quiere de verdad terminar con los rescoldos de nuestra guerra civil —sostiene Fisas—, lo lógico es que al lado de una avenida del Generalísimo Franco hubiese otra dedicada a don Manuel Azaña, y junto a la plaza del General Miaja se encontrase la calle del General Mola. Lo demás —concluye el autor español— es puro revanchismo. Explicable, sin duda, pero no disimulable.»1

    Lo que Fisas tal vez esté dando por sentado, pero que no sobra decir, es que la verdadera hermandad en la raza humana, ¡que todavía a estas alturas de la civilización hace tanta falta!, comienza en el corazón. Al hombre lo podemos desarmar de toda arma mortal y hasta de títulos y nombres que ofenden a determinados grupos, pero si no vamos al meollo del problema —el corazón humano—, no lograremos nada que perdure. Si no contrarrestamos la causa, no eliminaremos el efecto. Y la causa es un corazón contaminado del odio, del egoísmo y de toda clase de inmundicia. La única solución la tiene Dios. Sólo Él puede purificar ese corazón sin igual que creó.

    La buena noticia es que Dios no sólo puede, sino que quiere purificar nuestro corazón, cambiándole el aceite con una transfusión completa. Basta con que clamemos a Él como lo hizo el rey David después de llegar al colmo del egoísmo, consciente de que Dios no desprecia al corazón quebrantado y arrepentido: «Ten compasión de mí, oh Dios, conforme a tu gran amor; conforme a tu inmensa bondad, borra mis transgresiones. Lávame de toda mi maldad y límpiame de mi pecado.... Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio.... Purifícame con hisopo, y quedaré limpio; lávame, y quedaré más blanco que la nieve.»2

    Carlos Rey
    Un Mensaje a la Conciencia
    www.conciencia.net



    1
    Carlos Fisas, Historias de la historia, Edición booket, 1997 (Barcelona: Editorial Planeta, 1983), p. 21.


    2
    Sal 51:1-2,7,10a,17b

    • 4 min
    ¿«Está bien internarla en un hogar de ancianos»?

    ¿«Está bien internarla en un hogar de ancianos»?

    En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos:

    «Mi madre ya es anciana y requiere cuidados especiales. Mis hermanas y yo hemos tratado de [cumplir con ese deber], pero yo quisiera tenerla conmigo siempre. Soy casada y tengo dos hijos....

    »Una de mis hermanas me ha aconsejado llevarla a un hogar de ancianos donde la cuiden, pero no estoy de acuerdo. Considero que nosotras sus hijas podemos cuidarla aún. Me gustaría saber si está bien internarla en tal hogar, o si tenemos la responsabilidad como hijas de honrar a nuestros padres mientras estén aquí en la tierra. Nuestra madre fue una mujer que nos sacó adelante a todas.»

    Este es el consejo que le dio mi esposa:

    «Estimada amiga:

    »Lamentamos tener que decirle que no hay una respuesta que sea necesariamente correcta o incorrecta para lo que usted quisiera saber. Si bien es cierto que los Diez Mandamientos dicen que debemos honrar a padre y madre, la honra consiste en mucho más que el lugar donde deben vivir.

    »Hay varios factores que contribuyen a que sea imposible definir la honra de tal manera que se aplique a todo tiempo y a toda cultura a través de la historia.... Aun hoy, en distintas regiones del mundo y de ciertos países, las circunstancias no son iguales. Por lo general, los que viven en zonas rurales tienen espacio para que vivan juntas varias generaciones, mientras que los que viven en las ciudades pudieran tener que vivir a duras penas en apartamentos muy pequeños....

    »Las familias difieren además en cómo están compuestas.... Algunos se han casado y tienen hijos que aún viven con ellos, mientras que otros tienen hijos que viven por su propia cuenta. Algunos de estos ambientes familiares son mejores que otros para los ancianos.

    »Debido a todas esas diferencias y otras más, no tiene sentido afirmar que todos los hijos deben turnarse para que sus padres ancianos vivan con ellos. Sin embargo, lo ideal es que cada hijo e hija sea responsable de aportar sustancialmente, ya sea tiempo, dinero o ambas cosas. El honrar a padre y madre consiste en preocuparse por ellos, ser considerados y compasivos, y mantenerse involucrados.

    »Hay padres y madres que prefieren vivir en un lugar aparte de sus hijos adultos, donde hay atención constante y servicios médicos a su disposición. Cuando esa clase de hogar está disponible y es asequible económicamente, los hijos y las hijas de esos padres pueden aun así preocuparse por ellos, ser considerados y compasivos, y mantenerse involucrados.

    »Muchas circunstancias de la vida pueden ser justas sin ser iguales. Es mejor que no trate de comparar el valor de sus esfuerzos o de su apoyo económico con el de sus hermanas. Demuéstrele a su mamá la honra que usted siente por ella, sin que importe si sus hermanas hacen lo mismo.»

    Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. El consejo completo se puede leer si se ingresa en el sitio www.conciencia.net y se pulsa la pestaña que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 795.

    Carlos Rey
    Un Mensaje a la Conciencia
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    • 4 min
    El fútbol y las profecías de mal agüero

    El fútbol y las profecías de mal agüero

    (13 de abril: Aniversario de la Muerte de Freddy Rincón)

    «Todo el mundo sabe que da mala suerte pisar un sapo, pisar la sombra de un árbol, pasar por debajo de una escalera, sentarse al revés, dormir al revés, abrir el paraguas bajo techo, contarse los dientes o romper un espejo. Pero en los dominios del fútbol, esa lista se queda muy corta», dice el escritor uruguayo Eduardo Galeano en su obra titulada El fútbol a sol y sombra, en la que hace un nostálgico recorrido de la historia del fútbol y de sus mejores exponentes en 151 capítulos breves.

    «Una noche de mucha lluvia, mientras moría el año 1937, un hincha enemigo enterró un sapo en el campo de juego del club Vasco da Gama, y lanzó su maldición: ¡Que el Vasco no salga campeón en doce años! ¡Que no salga, si hay un Dios en los cielos!

    »Arubinha se llamaba este hincha de un cuadro humilde, que el Vasco da Gama había goleado 12 a 0. Escondiendo un sapo, de boca cosida, en tierras del vencedor, Arubinha estaba castigando el abuso.

    »Durante años, hinchas y dirigentes buscaron el sapo en la cancha y en sus alrededores. Nunca lo encontraron. Acribillado de pozos, aquello era un paisaje de la luna. El Vasco da Gama contrataba a los mejores jugadores de Brasil, organizaba los equipos más poderosos, pero seguía condenado a perder.

    »Por fin, en 1945, el club ganó el trofeo de Río [de Janeiro] y rompió la maldición. Había salido campeón, por última vez, en 1934. Once años de sequía:

    »—Dios nos hizo un descuentito —declaró el presidente [refiriéndose a que faltaba un año para que se cumplieran los doce años de la maldición].»1

    Y a propósito de los pronósticos de infortunio, Galeano también cuenta la siguiente historia:

    «Freddy Rincón, el gigante negro de la selección de Colombia, defraudó a sus numerosos admiradores en el Mundial del 94. Él jugó sin poner ni un poquito de entusiasmo. Después se supo que no había sido un problema de falta de ganas, sino de exceso de miedo. Un profeta de Buenaventura, la tierra de Rincón en la costa colombiana, le había cantado los resultados del torneo, que se dieron exactamente como predijo, y le había anunciado que se rompería una pierna si no tenía mucho, mucho cuidado. “Cuídate de la pecosa —le dijo, refiriéndose a la pelota—, y de la hepática, y de la sangrienta”, aludiendo a la tarjeta amarilla y a la tarjeta roja de los árbitros.»2

    Lo cierto es que hay una explicación lógica para estos dos casos que cuenta Galeano. Ambos son ejemplos de profecías de mal agüero que se cumplen debido a la convicción negativa de las personas aludidas o de su manera fatal de ver las cosas, y mediante actos conscientes o inconscientes de su parte.

    Sin embargo, es importante reconocer que las profecías de buen augurio también se cumplen, y por las mismas razones. Así como se cumple el decirse uno mismo: «Es probable que yo tenga un día pésimo», también se cumple el profetizarse: «¡Me espera un día buenísimo!» Más vale entonces que todos, tanto los astros del deporte como el público que los aplaude, nos unamos al sentimiento del salmista de Israel y digamos: «Este es el día que ha hecho el Señor; gocemos y alegrémonos en él.»3

    Carlos Rey
    Un Mensaje a la Conciencia
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    1
    Eduardo Galeano, El fútbol a sol y sombra (México, D.F.: Siglo Veintiuno Editores, 1995), p. 71.


    2
    Ibíd, p. 73.


    3
    Sal 118:24 (La Biblia Latinoamericana)

    • 4 min
    Diez años con suegro alcohólico y suegra buscapleitos

    Diez años con suegro alcohólico y suegra buscapleitos

    En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos:

      «Soy una madre de dos bellos hijos, y casada por doce años. Pero tengo un dolor en el corazón con mi cónyuge.

    »Viví diez años con mis suegros. Fueron unas personas muy malas conmigo: mi suegro, alcohólico, y mi suegra, chismosa y buscapleitos.

    »Mi esposo nunca me defendió, nunca hizo nada para salir de ahí.... Ahora vivimos solos, pero el dolor está latente porque mi esposo nunca cumplió su rol. ¡Necesito tener paz!»

    Este es el consejo que le dio mi esposa:

    «Estimada amiga:

    »Sentimos mucho que no tenga paz. Era de suponer que el haberse mudado de la casa de sus suegros le hubiera traído la paz que tanto anhela.

    »Usted dice que su esposo nunca hizo nada para salir de aquella casa, y sin embargo ahora los dos están viviendo solos. ¿Cómo sucedió eso? ¿Acaso logró usted reunir los recursos necesarios por sí sola? ¿Lo convenció de que dejara a los padres sin que él lo quisiera? Como no sabemos lo que sucedió, sólo podemos suponerlo.

    »De cualquier manera, no importa lo que haya llevado a que usted y su familia se mudaran de la casa de sus suegros, ya que lo hecho, hecho está. Eso ahora corresponde al pasado, y usted tiene la oportunidad de crear el futuro que siempre ha soñado....

    »Lamentablemente, lo que usted está sintiendo la está desviando de lo que le conviene. Tal como hemos dicho muchas veces, no puede uno fiarse de los sentimientos. Es que estos vienen de los pensamientos, y con frecuencia los pensamientos son parciales o hasta mal informados.

    »En el caso suyo, usted tuvo diez largos años para elaborar en sus pensamientos un juicio contra su esposo, y esos pensamientos no han dejado de estar amontonados en su mente, a pesar de que ya no están viviendo con sus suegros. Día tras día usted ha estado examinando mentalmente la “evidencia” que tiene, repasando una y otra vez cada ofensa de la que considera culpable a su esposo. Ese examen ha estado ocupando mucho espacio en su mente, y no le queda tiempo para recordar todas las cualidades positivas de su esposo ni para estar agradecida por todo lo bueno de lo que usted sí disfruta.

    »La paz es una decisión que se toma. Usted puede optar por rechazarla al recordar de continuo los defectos de su esposo, u optar por perdonarlo y aceptarlo tal como es, concentrándose en sus buenas cualidades y recordando por qué decidió casarse con él.

    »Para curar la falta de paz que usted siente, el apóstol Pablo formuló una receta al enseñar que debemos llenar nuestra mente de pensamientos buenos y dignos de admiración y de elogio.1 Si de veras desea tener paz, le recomendamos que siga esa fórmula.»

    Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. El consejo completo, que por falta de espacio no pudimos incluir en esta edición, se puede leer si se ingresa en el sitio www.conciencia.net y se pulsa la pestaña que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 666.

    Carlos Rey
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    • 4 min

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