El ascenso a la fama de Henryk Mikołaj Górecki se debió a una sola pieza, defendida décadas después de su escritura. Nacido en 1933 en el suroeste de Polonia, el compositor encontró su voz gradualmente, a través de experimentos dispares influenciados por el conjunto vanguardista de su país de origen y el parisino. Su catálogo de los años 50 y 60 incluye obras neoclásicas, embestidas atonales y piezas que interpolan melodías populares. Cuando se estrenó su Sinfonía n.º 3 (Sinfonía de las canciones tristes) en 1977, Górecki había perfeccionado su estilo maduro: elegíaco, modal (al estilo medieval) e influenciado por el catolicismo y antiautoritarismo. Escrita para voz de soprano y orquesta, la sinfonía permaneció relativamente escondida hasta el lanzamiento de una grabación de 1992 con la estrella de ópera Dawn Upshaw en la voz, vendiendo más de un millón de copias. El álbum elevó enormemente el perfil de Górecki, pero ninguno de sus otros trabajos llegó a acercarse al nivel de popularidad de su Sinfonía n.º 3. Junto a composiciones posteriores, como su obra coral influenciada por el canto llano, Miserere (1981), la sinfonía condujo a Górecki a la clasificación de “minimalista santo”, una etiqueta aplicada a compositores de música sacra mística de finales del siglo XX como Arvo Pärt y John Tavener.