Cuando Maurizio Pollini ganó el Concurso Internacional de Piano Frédéric Chopin en Varsovia en 1960 a la edad de 18 años, su forma de tocar dejó una profunda impresión en el presidente del jurado, Arthur Rubinstein. Ante la posibilidad de una carrera internacional, Pollini se retiró a perfeccionar su técnica bajo la dirección de Arturo Benedetti Michelangeli. Este perfeccionismo es típico en un artista reconocido por su vitalidad intelectual y el rango enciclopédico de su repertorio. Nacido en Milán en 1942, Pollini ha defendido obras modernas de Boulez, Stockhausen, Nono y Berio, a la vez que ha interpretado una asombrosa variedad de música centrada en Beethoven y Chopin. Las primeras grabaciones que consolidaron su reputación y que ayudaron a definir la precisión técnica en los inicios de su trayectoria se dieron a conocer en 1972: los 24 estudios de Chopin (1832, 1835) y un acoplamiento de los tres movimientos de Petrushka (1921) de Stravinsky, así como la Sonata para piano no. 7 de Prokofiev (1942). Este último álbum causó sensación cuando apareció por primera vez y posteriormente se publicó en CD con un LP de 1978 de la Sonata para piano no. 2 de Boulez (1947-48) y las Variaciones, op. 27 de Webern (1936). Interpretaciones magníficas de las principales obras de Schumann, grabadas en 1973; Schubert, grabadas ese mismo año y Beethoven, de 1976-77, reforzaron el poder de concentración duradera de Pollini. La meticulosa perfección de su forma de tocar puede relacionarse con la frialdad de su temperamento, aunque la objetividad de estas consideraciones obedece más al gusto personal.