Es difícil pensar en una estrella pop del siglo XXI tan abiertamente vulnerable como Sam Smith. “Nunca he tenido miedo de contar la verdad en mis canciones”, dijo a Apple Music en 2020. “La música es mi mejor amiga en sentido literal. Es una liberación, un diario y una terapia”. Nació en Londres en 1992 y cantó desde su tierna infancia, pero la fama le llegó con un par de éxitos dance, “Latch” de Disclosure en 2012 y “La La La” de Naughty Boy un año después. Ambas canciones eran muestras ejemplares de su elástico falsete, pero no terminaban de expresar la tristeza que terminaría por definir la explosión comercial que desató In the Lonely Hour en 2014. El álbum, que ganó un Grammy, es una exquisita meditación sobre el amor no correspondido, seguido de las canciones dolientes de The Thrill of It All en 2017. Con este segundo LP, Smith, que ya había ganado un Oscar por la canción de James Bond “Writing’s on the Wall”, se sinceró sobre los efectos de la fama instantánea y puso en primer plano su identidad queer entre baladas arrebatadoras empapadas de góspel. Al final, el secreto de Sam está tanto en esa voz prodigiosa como en la insobornable valentía de poner sentimientos tan profundos como la soledad, la confusión, la desesperación y el deseo a la vista de todos. En su tercer álbum, Smith decidió que quería divertirse un poco más. El viaje emocional culminó con el anuncio de que se identificaba como una persona de género no binario después de una dolorosa ruptura sentimental, pero la solución esta vez fue ahogar las penas en la pista de baile. “El año pasado me sentí más triste que nunca”, confesaba a Apple Music poco antes de la pandemia. “Pero hacer canciones tristes cuando estás triste, y después salir de gira a cantar canciones tristes, sólo te puede traer más tristeza. Fue emocionante intentar enfocar toda esa energía en algo que haga bailar a la gente. Y sobre todo, que me haga bailar a mí. Durante buena parte de mi vida, seguramente por la homofobia que había internalizado y la que había a mi alrededor, sentía vergüenza y me creía incapaz de ser mi yo más auténtico. Cada vez que grabo un álbum, aprendo a quererme un poco más. Entre más música hago, más cerca me siento de mí”.